Against Ana & Mia

Yo tuve anorexia y bulimia.

Cuando un adolescente se suicida, los demás dicen "estaba loco". Lo que no tratan de comprender es que puede ser tan malo cómo para que una persona decida quitarse la vida.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Consecuencias físicas de la anorexia.


Recuerde que la anorexia nerviosa está catalogada como una enfermedad psiquiátrica con complicaciones físicas y mentales. Esto quiere decir que debido a la falta de una alimentación adecuada, el cuerpo puede verse seriamente afectado.
-          Desordenes en el funcionamiento regular de algunos órganos del cuerpo como los riñones y el hígado.
-          Complicaciones cardiovasculares severas como irregularidades en el ritmo cardiaco, presión baja y ritmo cardiaco bajo.
-          Estreñimiento.
-          Dolor abdominal.
-          Anemia.
-          Descalcificación en los dientes.
-          Cabella delgado y opaco.
-          Lanugo.
-          Osteoporosis.
-          Amenorrea.
-          Insomnio.
-          Las heridas toman más tiempo de lo normal para sanar.
-          Desmayos y mareos.


¿Qué es la anorexia nerviosa?

SEGUNDA PARTE
¿Qué es la anorexia nerviosa?
Los anoréxicos, por lo general, saben mucho de nutrición, leen bastante sobre el tema y saben perfectamente cuáles alimentos engordan más que otros, cuántas calorías ingieren con cada alimento, cuales son las proporciones indicadas para adelgazar, etc.
Es importante anotar que las personas que tienen anorexia, bulimia o trastornos por atracones pueden a veces presentar una comorbilidad, es decir, desarrollar otra u otras enfermedades psiquiátricas al tiempo, por ejemplo un trastorno de ansiedad (trastorno obsesivo compulsivo) o un trastorno afectivo (como una depresión). No necesariamente todas las personas que padecen un trastorno de comportamiento alimenticio presentan también las otras enfermedades, aunque sí es común.
Esto quiere decir, por ejemplo, que la obsesión que estas personas tienen por la comida podría constituirse en una problemática extra. Es decir, en otra enfermedad además de la anorexia. La autoestima de los anoréxicos es muy baja. El concepto que tienen de sí mismos depende mucho de la opinión de los demás. Es muy común encontrar a los anoréxicos preguntándole a otros sobre su apariencia física: cómo se ven, cómo lucen, si están bien de peso, etc. Sin embargo, hay un momento en  el desarrollo de la enfermedad en el que las personas con anorexia comienzan a aislarse socialmente. Esto se debe a varias razones: sienten vergüenza de sí mismos, de su cuerpo. Sienten mucha ansiedad frente a la comida, están irritables, por lo general de mal genio, y se vuelven un poco intolerantes con los demás.
También, los anoréxicos pueden hacer de la preparación de sus alimentos todo un ritual. Por ejemplo, podrían limpiar perfectamente de grasa las carnes, cortar porciones milimétricamente porque no deben comer más de la cuenta o esconder los alimentos así no se los vayan a comer. Son muchas maneras en que esto se presenta. Parecerá absurdo, pero a muchos anoréxicos le encanta cocinar. Suelen preparar comidas apetitosas para los demás, se empeñan en que otros las prueben y se las coman, pero ellos no.
Cuando la enfermedad se torna más crítica, las mujeres dejan de menstruar y los hombres pierden el deseo sexual. Muchos pacientes se vuelven hiperactivos, niegan la fatiga y comienzan a hacer ejercicio compulsivamente. A medida que la enfermedad avanza, estas personas se tornan depresivas, irritables, muestran fluctuaciones drásticas en su estado de ánimo. Se convierten en seres muy contradictorias: aparentan una cosa y por dentro sienten otra. Por lo general, tienen problemas para expresar sus sentimientos.
Las personas que tienen anorexia se sienten orgullosas de su condición. Para ellas es un gran logro estar delgadas y poder controlar los alimentos que ingieren. Por eso no piden ayuda y se niegan rotundamente a ser atendidas y a comer. Son completamente reacias a admitir que tienen una enfermedad. Precisamente por esto lo padres y amigos deben insistirles en que busquen el tratamiento indicado. Si los padres o las personas cercanas no son los que se dan cuenta de que la persona tiene una enfermedad y la ayudan a buscar un tratamiento, es difícil que de ella misma surja el deseo de buscar asistencia profesional.
La anorexia nerviosa es una enfermedad seria y muy grave que no debe ser tomada a la ligera. No es raro escuchar a personas con sobrepeso decir que desearían tener anorexia nerviosa para adelgazar. Esta enfermedad no es un chiste, ni un capricho de la persona. Es una dolencia peligrosa que no debe pasar desapercibida. Actualmente, un porcentaje de las personas que tienen anorexia nerviosa mueren debido a las graves alteraciones que sufre el organismo.
La anorexia nerviosa, como ya se mencionó, no es una enfermedad sencilla. Es una enfermedad donde confluyen muchas disfunciones de factores psicológicos, biológicos y socioculturales, que, como un volcán, hacen erupción en la anorexia. De ahí su complejidad para poder llegar a manejarla.
Cuando a una persona se le diagnostica anorexia nerviosa no debe pensar: “Listo, ya sé lo que tengo. Ahora ya me curo”. No. Llegar a manejar el trastorno es un trabajo dispendioso que toma tiempo – hay personas que requieren tratamiento por varios años y supervisión continua por el resto de su vida –. Ésta es una enfermedad que requiere esfuerzo y constancia para controlarla. Además, por lo general las recaídas son frecuentes, de ahí que sea necesario mantenerse alerta incluso después de haber terminado el tratamiento.


GÁFARO Alejandra, Anorexia y Bulimia, Ed. Norma, Colombia, 2001.

domingo, 15 de diciembre de 2013

¿Qué es la anorexia nerviosa?

PRIMERA PARTE
¿Qué es la anorexia nerviosa?
Literalmente, anorexia nerviosa quiere decir “pérdida del apetito debido a un desorden mental”. A diferencia de lo que mucha gente cree, la anorexia nerviosa no es una enfermedad nueva ni exclusiva de la modernidad. Los primeros casos de esta enfermedad se registraron en la Edad Media. En ese entonces el término ‘anorexia nerviosa’ no se conocía como tal, pero los registros médicos de la época describen casos de pacientes con los mismos síntomas que hoy se le adjudican a la anorexia nerviosa.
La primera descripción médica de un caso de anorexia se realizó en 1694 por el doctor R. Morton, quien la diagnosticó en una jovencita de 18 años. En ese entonces sólo describió algunos síntomas como la pérdida de peso, temperatura baja, frecuentes desmayos e interrupción de la menstruación. Sin embargo, el término ‘anorexia nerviosa’ como tal, tan sólo fue acuñado en 1874 por William Gull. Desde ese momento, es típica la aparición de esta enfermedad en adolescentes, con mayor preponderancia en las mujeres.
En 1914 la anorexia se confunde con otra afección, conocida como enfermedad de Simmonds, que consiste en una insuficiente de la glándula pituitaria. Hasta 1940 vuelven a resurgir las teorías acerca de que el origen de la anorexia nerviosa es psicológico, y sólo hasta 1950 la enfermedad adquiere identidad propia. Es decir, se le reconoce como una enfermedad psiquiátrica. La definición más precisa está en el DSM – IV, que determina que una persona tiene anorexia nerviosa cuando se niega a mantener el peso normal que le corresponde según su altura y edad, es decir, pesa menos de 85% de lo que debería pesar según su estatura y edad, presenta una suspensión del ciclo menstrual por tres periodos consecutivos o no desarrolla el ciclo menstrual si se trata de una niña en etapa premenstrual, tiene miedo intenso de ganar peso o engordar, niega frente a los demás estar muy delgada, permanentemente se siente gorda a pesar de su bajo peso, no le da importancia a su bajo peso ni a su apariencia física y no tiene ninguna enfermedad física que sea motivo de su bajo peso.
Así, hoy la anorexia nerviosa está catalogada como una enfermedad psiquiátrica en la que la persona tiene una percepción distorsionada de su cuerpo y no se ve ni se concibe a sí misma físicamente como realmente es. Las personas con anorexia tienen mucho miedo a engordar. No importa qué tan delgados estén, siempre se ven ‘gordas’ frente al espejo. Para ellas estar gordas es un problema muy grave que desencadena otros más, como ser rechazadas por los demás o no triunfar ni tener éxito en la vida.
Debido al inmenso temor por ganar peso que sienten, estas personas dejan de comer, hacen mucho ejercicio e incluso recurren a purgantes o vómitos inducidos para no asimilar los alimentos ingeridos. Por lo general, los anoréxicos son personas de carácter fuerte, de manera que se mantienen firmes en sus convicciones de no ganar peso. Para ellos es un logro y un éxito poder controlar de manera estricta la ingesta de alimentos. Por el contrario, ganar un gramo de peso es un fracaso y engordar es una vergüenza. Sin embargo, a pesar de lo que se cree, la anorexia no está motivada por un sentimiento o un deseo de verse delgado o hermoso, por el contrario, la obsesión que los anoréxicos desarrollan por no ganar peso es porque se sienten poco atractivos, feos, no merecedores de nada bueno en la vida e inadecuados para ser felices.
Los individuos con anorexia concentran su vida en torno a la comida, son personas  que viven ofuscadas por la comida, por la cantidad de calorías ingeridas, por su peso y su físico. Por eso, son seres que se pesan a diario, cuentan las calorías que se comen y siempre están haciendo dieta.

A pesar de que la definición literal dice que la anorexia es una pérdida del apetito, a las personas con anorexia sí les da hambre. El hambre se manifiesta en el cuerpo con dolor de cabeza, decaimiento o fatiga, entre otros, por igual en todas las personas. Sin embargo, los individuos con anorexia no tienen la capacidad (porque la han perdido) de decir en su mente “Estos síntomas son hambre”. Es decir, no le ponen el nombre de ‘hambre’ a los síntomas físicos, pero el cuerpo sí los siente. Básicamente es un problema de rotulación, la palabra ‘hambre’ no está asociada con los síntomas físicos del hambre.


GÁFARO Alejandra, Anorexia y Bulimia, Ed. Norma, Colombia, 2001.

Anorexia y Bulimia

INTRODUCCIÓN

Comer es uno de los placeres más grandes de la vida para la gran mayoría de los seres humanos. Comer no es sólo un acto de supervivencia, salvo casos extremos. Es rara la cultura que no le otorga a la comida un lugar preponderante en la celebración de sus fiestas y rituales: se cocina de una manera especial para honrar a algunos invitados, para celebrar una fecha importante o simplemente para mejorar los estados de ánimo.
No sé come sólo por comer, se le confiere valor a los alimentos. No solo valor nutricional sino también valores morales y hasta afectivos.
En varias religiones se prohíben algunos alimentos. Hay comidas específicas para conmemorar fechas especiales y otras deben evitarse en ciertos momentos. No es raro observar que algunas religiones guardan ayuno para alcanzar niveles más espirituales o para hacerse más santos castigando le cuerpo.
Alrededor de la comida también se ciernen tradiciones y  profesiones. Son muy comunes las expresiones como “el buen comer”, “el arte de la cocina”, “la buena mesa”. “saber comer”, etc.
Hay amantes de la cocina, chefs famosos, recetas reconocidas  nivel mundial, recetas tradicionales que han perdurado a través de los años y hasta secretos de cocina.
Comer hace parte de la vida diaria. Es un acto personal y social, que involucra muchos aspectos ligados al ser: el gusto, las creencias, el ánimo, las circunstancias, los afectos, los deseos, las frustraciones y, en fin, miles de sentimientos que se conjugan alrededor de una mesa y frente a un plato.
Es compleja la manera como las personas desarrollan su relación con los alimentos. Estos son un medio para canalizar sus alegrías, por ejemplo en las celebraciones y también para canalizar sus desgracias.
La subsistencia es tan solo el primes eslabón de dicha relación; las costumbres, los gustos, los afectos, los estados de ánimo construyen los demás niveles de relación. Sin embargo, es posible llegar a perder la relacione correcta y adecuada con los alimentos y esto es lo que se conoce como trastorno del comportamiento alimenticio. Los trastornos del comportamiento alimenticio comprenden básicamente tres enfermedades: la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y los trastornos no especificados, como los trastornos por atracones. Los tres trastornos están catalogados como enfermedades psiquiátricas con complicaciones físicas, es decir que afectan el estado normal del cuerpo y ponen en riesgo la salud física y mental.
Todos los trastornos son enfermedades complejas, de difícil tratamiento, pero no imposible y todas pueden llegar a manejarse. Como se podrá ver, son muchos los factores que están en juego cuando se altera la relación normal de una persona con sus hábitos alimenticios. Aseverar que la culpa es de los medios de comunicación, de la publicidad, de los nuevos patrones que rigen el parámetro de belleza, como suele creerse hoy en día, es incorrecto.
Los trastornos, por lo general, provienen de problemas psicológicos internos arraigados en la persona desde la infancia y posiblemente acentuados por las circunstancias socioculturales.
Es verdad que estos aspectos tienen una gran influencia, pero de ninguna manera son el origen de un trastorno del comportamiento alimenticio.


GÁFARO Alejandra, Anorexia y Bulimia, Ed. Norma, Colombia, 2001.

viernes, 16 de agosto de 2013

¿Cómo me convertí en una chica con anorexia?

Esta es mi historia con Ana y Mia. 
Yo tenía 9 años cuando estaba sentada viendo TV, estaba sola en la sala, mi madre hacía la comida. De pronto pasaron los comerciales en la TV y apareció una publicidad de ropa. Inevitablemente miré a las mujeres que aparecían, en realidad no recuerdo bien, pero ellas eran delgadas. Y a mi me parecía bonito. Esa fue la primera vez que dije "quiero ser delgada". 

Dos años después entré a la secundaria. Yo siempre he sido insegura, tímida, callada; me cuesta mucho socializar, porque siempre he creído que soy fea y que por eso no le agrado a nadie. En fin. Unos meses después de esto, mi vida se volvió un infierno. Prácticamente al cruzar la reja, mi interior me decía "regresa a casa", pero no podía hacerlo. Las chicas me molestaban sin razón alguna y por lo tanto, lo único que me quedaba para no sentirme sola durante clases, era estar con los chicos "rechazados". Sin embargo, siempre me he llevado bien con los hombres, así que tenía muchos compañeros de sexo masculino.
Al salir de la escuela, iba a mi casa diariamente. Mis padres trabajaban de 7am a 7pm. Por las tardes estaba sola, lo cuál me gustaba, porque podía estar acostada todo el día en mi cama sin que nadie me dijera nada. Sin embargo, no comía. No era a propósito. Pero estaba demasiado triste como para recordar que debía comer. Así fue como comencé a ser Ana, sin darme cuenta. 
Algún tiempo después, platicaba con un amigo, que me decía "ellas te tienen envidia, porque tú eres delgada y bonita". Eso me hizo sentir mejor, aunque yo no me sentía delgada y mucho menos bonita. El caso es que yo no quería que me envidiaran, yo quería agradarles, porque quería tener amigas. Me decidí que comería, para no ser delgada y así no me odiaran, pero no podía comer. De repente, la comida me dio asco, repulsión. No sentía hambre. Aunque comía muy poco, a veces la vomitaba porque me daba nauseas. No sabía por qué, siempre creía que me hacía daño o estaba descompuesta. 
Con el tiempo, quería estar menos tiempo en la escuela. Era horrible como me insultaban, ver cosas escritas en las paredes de mí, cosas que jamás había hecho de personas que jamás había conocido. Me daba miedo, sobre todo por una chica, que me odiaba, siempre me buscaba para insultarme. Era como la líder de un montón de mocosas estúpidas que querían joder a alguien.

Recuerdo cuando tuve mi primer novio oficial. Él fue el peor error de mi vida y por otro lado, por él estoy aquí donde estoy y eso lo agradezco. Él era un mujeriego, por lo menos el 70% de las chicas de la escuela habían sido sus novias. A mi en lo personal, me gustaba mucho, pero solo éramos amigos. Y así como empiezan las historias de amor, al principio todo es bonito y hermoso, pero con el tiempo todo cambia. Eso me paso. A pesar de tener tan solo 14 años cuando comenzamos a salir, yo lo amaba mucho (o eso pensaba yo) y él... él tenía mucha seguridad en sí mismo. Me dejó por su ex-novia, me engañó con mi "amiga", y los próximos tres años de relación, me engañó con todo lo que se movía. Mi culpa, siempre era mi culpa. Y bueno, la única culpa que tenía era, haber aguantado tres años de humillaciones. 

Él me quitó todo, mi seguridad, mi felicidad, mi virginidad, etc. Ser delgada era lo único que podía controlar y ahora ya tenía las herramientas para hacerlo. Así fue como conocí a Ana y a Mia, me sentía sola, no podía hablar con nadie sobre cómo me sentía con respecto de mi relación con él y ellas estaban ahí. Me aconsejaron y ciegamente las escuché. Decididamente quería ser delgada, porque a los chicos les gustaban las mujeres delgadas. Pero sobre todo, quería ser perfecta, porque así me sentiría valiosa y mejor.

Recuerdo perfectamente que dejé de comer una semana, solo tomaba agua y agua y agua. Una semana sin comer, no podía dormir, no podía pensar, no podía hablar, no podía escuchar. No podía hacer nada, sin mirarme al espejo y admirar mis ojeras y mis ojos sin color. Mi mirada estaba perdida... yo ya no me sentía dentro de mi, sentía como si todos estuvieran viviendo una vida y yo, yo solo estaba parada. Estaba vacía, literalmente. Unos días después fue mi primer visita al doctor, tenía gastritis (muy leve), estaba baja de peso, mis padres temían que tuviera anemia. Afortunadamente, solo eran principios de anemia. Querían que ganara peso y eso a mi me hacía sentir impotente, porque había logrado mucho.

Mi relación cada vez iba peor. Yo me sentía nada sin él. Y como dije antes, todo lo que aprendido, se lo debo a él. Pues él me dejó y a las pocas semanas comenzó una relación, a los pocos meses ya era padre. Y mi vida dio un giro total. Había salido de la preparatoria, no sabía qué estudiar y me deprimí. Nuevamente caí en la anorexia... pero lo que ahora se conoce como drunkorexia. Los primeros seis meses después de salir de la preparatoria fueron fiestas y fiestas, adicciones y vicios. No comía más que un par de manzanas y a salir a beber, no quería engordar... pero si dejaba de comer pronto se darían cuenta.
La verdad no sé cuando terminó esa época... sólo sé que veo flashasos de recuerdos. 

Con el tiempo pude relacionar muchas cosas acerca de mi problema. Mi hermana tiene sobrepeso y siempre la comparaban conmigo. En mí decaía esa imagen de la niña delgada y bonita. No podía y no quería decepcionar a mis padres. Nunca había hecho nada que no se me permitiera. Y se me permitía ser delgada, siempre delgada y siempre arreglada. 

¿Qué dirían mis padres si supieran que he sido anoréxica la mayor parte de mi vida? No se lo imaginan... siempre han pensado que son lapsos de hormonas alborotadas.

¿Cómo salí de esto? Fue... un milagro, jajajaja. Fuerza de voluntad sobre todo.
Aun recuerdo hace casi un año, que me costaba levantarme de la cama sin llorar antes, no podía ni verme al espejo, la peor parte del día era la hora del baño porque odiaba sentir mi cuerpo. Ahora estoy bien. Algunos días son difíciles, pero ¿quién no tiene días difíciles? 

Las personas que te quieren, nunca te harán sentir mal solo porque sí. Tener baja-autoestima es casi el primer principio para entrar en la anorexia o la bulimia. Yo estoy viva ahora, gracias a mi y mis ganas de hacer algo por las demás personas.

Espero que les haya gustado, sé que no es exactamente una descripción de mis días con la enfermedad, pero eso explica muchas cosas en el fondo. Un beso.

¿Por qué Ana y Mia?

Las personas que tienen anorexia y bulimia, suelen considerar estas enfermedades como un estilo de vida. Así es, así como diariamente tu y yo respiramos para vivir, quien sufre de anorexia o bulimia, deja de comer o vomita para vivir. Se escucha terrible, ¿no? Pero así es esta transformación de la identidad.


Una pregunta muy concurrida es "¿por qué las llaman Ana y Mia?". Bueno, esta transformación de la identidad tiene que ver con que se le den estos nombres a las enfermedades. De cierta forma, se acepta la enfermedad como si fuera alguien real, de carne y hueso, alguien que puedes tocar y escuchar. Se personifican estas enfermedades, para poder seguir los consejos y tips de una amiga real. 
Así como ves a tu mejor amiga todos los días y comes con ella, hablas con ella, la escuchas, le cuentas como te sientes; así es como nosotros vemos a Ana y a Mia diariamente. Les designamos un nombre, para poder interactuar con ellas y verlas reales.

Es importante saber que no son simplemente abreviaciones de Anorexia (Ana) y Bulimia (Mia). Es algo mucho más complejo que eso. Es todo un proceso mental, en el cuál llegamos a ver y sentir a estas dos personas, que nosotras mismas hemos creado. Las nombramos y les damos características específicas, que para nosotros son nuestros modelos a seguir, porque son perfección. Tal vez esta es la razón por la que muchas chicas no reconocen que tienen esta enfermedad. Pues para ellas, todo lo demás no es real. 

Reconocer ciertas señales, su usted es madre o padre de familia, es la clave para poder ayudar a tiempo a sus hij@s. Estas enfermedades son serias y una persona puede vivir años dentro de este mundo tormentoso. 

domingo, 21 de julio de 2013

¿Crees que las famosas son reales?







¿Increíble no? Se llama Photoshop y lo usan en las revistas. Sí, esas revistas que compras todo el tiempo.
¿Ves? No son perfectas. Nadie es perfecto. 


sábado, 20 de julio de 2013

¿Cómo mejorar mi autoestima?


La mente de Jorge da vueltas sin parar mientras hace sus deberes. "Nunca lograré aprobar este examen de historia -piensa-. Mi padre tiene razón, soy como él —nunca haré gran cosa en la vida". Distraído, baja la mirada y piensa en lo flacas que son sus piernas. "Uf -se dice-. Seguro que el entrenador de fútbol no me deja ni intentarlo cuando vea lo poca cosa que soy".

Julio está estudiando para el mismo examen de historia que Jorge, y tampoco es un amante de esa asignatura. Pero aquí se acaban las similitudes. Julio tiene una actitud completamente diferente. Es más probable que piense: “Bueno, historia otra vez. ¡Vaya palo! Menos mal que me luciré en la asignatura que me gusta de verdad —las mates". Y, cuando Julio piensa en su aspecto, también es mucho más positivo. Aunque es más bajo y delgado que Steve, Julio es mucho menos proclive a culpar o criticar su cuerpo y es más probable que piense: "Tal vez esté delgado, pero corro bien. Seré una buena incorporación para el equipo de fútbol".

Todos tenemos una imagen mental de quiénes somos, qué aspecto tenemos, en qué somos buenos y cuáles son nuestros puntos débiles. Nos formamos esa imagen a lo largo del tiempo, empezando en nuestra más tierna infancia. El término autoimagen se utiliza para referirse a la imagen mental que una persona tiene de sí misma. Gran parte de nuestra autoimagen se basa en nuestras interacciones con otras personas y nuestras experiencias vitales. Esta imagen mental (nuestra autoimagen) contribuye a nuestra autoestima.

El autoestima depende de en qué medida nos sentimos valorados, queridos y aceptados por otros — y en qué medida nos valoramos, queremos y aceptamos a nosotros mismos. Las personas con una autoestima sana se sienten bien consigo mismas, aprecian su propia valía y están orgullosas de sus capacidades, habilidades y logros. Las personas con baja autoestima sienten que no gustarán a nadie, que nadie los aceptará o que no son buenos en nada.

Todos tenemos problemas con nuestra autoestima en determinados momentos de la vida —especialmente durante la adolescencia, cuando estamos descubriendo quiénes somos y cuál es nuestro lugar en el mundo. La buena noticia es que, como la imagen que tenemos de nosotros mismos va cambiando a lo largo del tiempo, el autoestima no es algo inamovible ni fijo de por vida. Así que, si sientes que tu autoestima no es tan alta como debería ser, puedes mejorarla.

Problemas de autoestima
Antes de que una persona pueda solucionar sus problemas de autoestima y construir una autoestima sana, es útil saber en primer lugar qué podría estar causando esos problemas. Dos cosas en particular —cómo nos ven o nos tratan los demás y cómo nos vemos a nosotros mismos— pueden tener un gran impacto sobre nuestra autoestima.

Los padres, profesores y otras figuras de autoridad influyen en las ideas que desarrollamos sobre nosotros mismos —en particular, cuando somos niños pequeños. Si los padres pasan más tiempo criticando a un hijo que elogiándolo, es difícil que ese niño desarrolle una autoestima sana. Puesto que los adolescentes aún están formando sus valores y creencias, es fácil que construyan su autoimagen alrededor de lo que dice uno de sus padres, un entrenador u otras personas.

Es obvio que el autoestima puede salir muy mal parada cuando alguien cuya aceptación valoramos mucho (como un padre o un profesor) nos hace de menos constantemente. Pero las críticas no tienen por qué venir siempre de otras personas. Como Jorge en el ejemplo anterior, algunos adolescentes también tienen un "crítico interior”, una voz interior que encuentra fallos en todo lo que hacen. Y, como le sucede a Jorge, la gente a menudo modela inintencionadamente su voz interior de acuerdo con la opinión de un padre crítico o cualquier otra persona cuya opinión es importante para ella.

Con el tiempo, escuchar una voz interior negativa puede dañar el autoestima de una persona tanto como si la crítica viniera de fuera. Algunas personas están tan acostumbradas a que su crítico interior siga allí que ni siquiera se dan cuenta cuando se están haciendo de menos.

Las expectativas poco realistas también pueden afectar el autoestima de una persona. La gente tiene una imagen de lo que quiere llegar a ser (o de quién cree que debería ser). La imagen de la persona ideal es diferente para cada uno. Por ejemplo, algunas personas admiran las habilidades deportivas y otras las aptitudes académicas. Las personas que se ven a sí mismas teniendo las cualidades que admiran —como la habilidad de hacer amigos fácilmente— suelen tener una autoestima alta.

Las personas que no se ven a sí mismas teniendo las cualidades que admiran pueden desarrollar una baja autoestima. Desgraciadamente, las personas que tienen una baja autoestima a menudo tienen las cualidades que admiran, pero no pueden verlo porque la imagen que tienen de sí mismos está moldeada de tal modo que les impide hacerlo.

¿Por qué es importante el autoestima?
Los sentimientos que tenemos hacia nosotros mismos influyen en cómo vivimos nuestras vidas. Las personas que sienten que se les quiere y aprecia (en otras palabras, las personas que tienen el autoestima alta) tienen mejores relaciones sociales. Son más proclives a pedir ayuda y apoyo a los amigos y la familia cuando la necesiten. Las personas que creen que pueden alcanzar sus objetivos y solucionar problemas tienden a rendir más en los estudios. Tener una buena autoestima te permite aceptarte a ti mismo y vivir la vida de forma plena.

Pasos para mejorar el autoestima
Si quieres mejorar tu autoestima, aquí tienes algunos consejos para empezar:

•             Deja de tener pensamientos negativos sobre ti mismo. Si estás acostumbrado a centrar la atención en tus defectos, empieza a pensar en aspectos positivos que los contrarrestan. Cuando te des cuenta de que estás siendo demasiado crítico contigo, contrarréstalo diciendo algo positivo sobre ti mismo. Cada día anota tres cosas sobre ti que te hagan feliz.
•             Ponte como objetivo el logro en vez de la perfección. Algunas personas se acaban paralizando debido a sus ansias de perfección. En lugar de frenarte con pensamientos como: "No iré a la audición de la obra hasta que haya perdido 5 kg", piensa en qué eres bueno y en las cosas con las que disfrutas, y ve a por ellas.
•             Considera los errores como oportunidades de aprendizaje. Acepta que cometerás errores porque todo el mundo los comete. Los errores forman parte del aprendizaje. Recuerda que las aptitudes de una persona están en constante desarrollo, y que cada uno sobresale en cosas diferentes —es lo que hace interesante a la gente.
•             Prueba cosas nuevas. Experimenta con diferentes actividades que te pongan en contacto con tus aptitudes. Luego siéntete orgulloso de las nuevas habilidades que has adquirido.
•             Identifica lo que puedes cambiar y lo que no. Si te das cuenta de que hay algo tuyo que no te hace feliz y puedes cambiarlo, empieza ahora mismo. Si se trata de algo que no puedes cambiar (como tu estatura), empieza a trabajar para quererte tal y como eres.
•             Fíjate metas. Piensa en qué te gustaría conseguir y luego diseña un plan para hacerlo. Atente al plan y ves anotando tus progresos.
•             Siéntete orgulloso de tus opiniones e ideas. No tengas miedo de expresarlas.
•             Colabora en una labor social. Dale clases a un compañero que tiene problemas, ayuda a limpiar tu barrio, participa en una maratón benéfica por una buena causa o hazte voluntario de alguna asociación. Sentir que aportas algo y que se reconoce tu ayuda hace maravillas para aumentar la autoestima.
•             ¡Haz ejercicio! Mitigarás el estrés y estarás más sano y más feliz.
•             Pásatelo bien. ¿Te has encontrado alguna vez pensando cosas del estilo de: "tendría más amigos si estuviera más delgado/a”? Disfruta pasando tu tiempo con personas que te importan y haciendo cosas que te gustan. Relájate y pásalo bien —y no dejes tu vida en suspenso.

Nunca es tarde para construir una autoestima positiva y sana. En algunos casos, cuando la herida emocional es muy profunda o duradera, es posible que sea necesaria la ayuda de un profesional de la salud mental, como un psicólogo o terapeuta. Estos expertos actúan a modo de guías, ayudando a las personas a quererse a sí mismas y a darse cuenta de lo que las hace únicas y especiales.

La autoestima interviene en casi todo lo que haces. Las personas con una autoestima alta rinden más en los estudios y les resulta más fácil hacer amigos. Tienden a tener mejores relaciones con la gente de su edad y con los adultos, son más felices y les cuesta menos enfrentarse a los errores, decepciones y fracasos, y es más probable que perseveren en algo hasta que lo consigan. Cuesta cierto trabajo, pero es una habilidad que tendrás de por vida.

¿Cómo transmitir el odio al cuerpo?

Querida Mamá,

Tenía siete años cuando descubrí que eras gorda, fea y horrible. Hasta ese momento había pensado que eras preciosa -en todos los sentidos-. Recuerdo ojear viejos álbumes de fotos y ver imágenes tuyas en la cubierta de un barco. Tu bañador blanco y sin tirantas parecía tan glamouroso como el de una estrella de cine. Cada vez que tenía la oportunidad sacaba ese bañador oculto en tu cajón de abajo e imaginaba un tiempo en el que yo sería lo suficientemente mayor para llevarlo; en el que sería como tú.
Pero todo eso cambió cuando, una noche, estábamos arregladas para ir a una fiesta y me dijiste: “Mírate, tan delgada, guapa y encantadora. Y mírame a mí, vieja, gorda y horrible.“
Al principio no entendí lo que querías decir.
“No estás gorda”, dije seria e inocentemente, y tú contestaste: “Sí lo estoy, cariño. Siempre he estado gorda; incluso cuando era una niña.”

En los días que siguieron, tuve unas cuantas revelaciones dolorosas que han determinado mi vida. Aprendí que:
1. Debes estar gorda, porque las madres no mienten.
2. Ser gorda es ser fea y horrible.
3. Cuando crezca seré como tú, así que seré gorda, fea y horrible también.

Años más tarde recordé esta conversación y las centenares que la siguieron, y te maldije por sentirte tan poco atractiva, insegura e infravalorada. Porque, como mi primer y más importante modelo de conducta, me enseñaste a pensar lo mismo sobre mí misma.
Con cada mirada a tu reflejo en el espejo, cada nueva dieta milagrosa que iba a cambiar tu vida y cada culpable cucharada de “Oh, en realidad no debería, pero…”, aprendí que las mujeres deben estar delgadas para ser válidas y valoradas. Las chicas deben prescindir de ciertos placeres porque su mayor contribución al mundo es su belleza física.

Como tú, he pasado toda mi vida sintiéndome gorda. ¿Cuándo se convirtió “gorda” en un sentimiento, de todos modos? Y porque creía que estaba gorda, sabía que yo no estaba bien.
Pero ahora que soy mayor y madre, sé que culparte a ti por el odio a mi cuerpo es inútil e injusto. Ahora entiendo que tú también eres producto de un largo y rico linaje de mujeres que fueron educadas para odiarse a sí mismas.

Mira el ejemplo que la abuela fue para ti. A pesar de ser lo que podrías describir como una mujer chic víctima del hambre, hizo dieta cada día de su vida hasta que murió a los 79 años. Solía ponerse maquillaje para salir al buzón, por miedo de que alguien pudiese ver su cara desnuda.
Recuerdo su “compasiva” respuesta cuando anunciaste que Papá te había dejado por otra mujer. Su primer comentario fue: “No entiendo por qué habría de dejarte. Te cuidas, llevas pintalabios. Tienes sobrepeso, pero no mucho.”

Antes de que Papá se fuera, él tampoco te alivió por el tormento de la apariencia de tu cuerpo.
“Dios, Jan”, escuché por casualidad que te decía. “No es tan difícil. La energía que entra frente a la energía que sale. Si quieres perder peso, simplemente tienes que comer menos”.
Esa noche en la cena observé cómo ponías en práctica el remedio para adelgazar “Energía dentro, Energía fuera: Dios, Jan, Simplemente Come Menos” de Papá. Serviste tallarines chinos para cenar (¿recuerdas cómo en los suburbios australianos de los años ochenta una mezcla de carne picada, repollo y salsa de soja se consideraba la cumbre de la alta cocina?). La comida de todo el mundo estaba en un plato grande excepto la tuya. Tú te serviste tus tallarines chinos en un diminuto plato de postre.

Cuando te sentaste delante de esa patética cucharada de carne picada, unas lágrimas silenciosas resbalaron por tu cara. No dije nada. Ni siquiera cuando tus hombros comenzaron a agitarse de angustia. Todos nos comimos la cena en silencio. Nadie te reconfortó. Nadie te dijo que te dejaras de ridiculeces y que cogieras un plato en condiciones. Nadie te dijo que ya eras querida y lo suficientemente buena. Tus logros y tu valía -como profesora de niños con necesidades especiales y como dedicada madre de tres hijos- palidecieron insignificantes comparados con los centímetros que no podías perder de la cintura.
Me rompió el corazón presenciar tu desesperación y siento no haber salido en tu defensa. Ya había aprendido que era tu culpa que fueras gorda. Incluso había oído a Papá describir el perder peso como un proceso “simple” – pero al que tú no te podías enfrentar.  La lección: no te merecías la comida y ciertamente no te merecías ninguna compasión.

Pero estaba equivocada, Mamá. Ahora entiendo lo que es crecer en una sociedad que le dice a las mujeres que su belleza es lo más importante y que al mismo tiempo define un estándar de belleza que  está completamente fuera de nuestro alcance. También conozco el dolor de interiorizar estos mensajes. Nos hemos convertido en nuestras propias carceleras y nos infligimos nuestros propios castigos por fracasar dando la talla. Nadie es tan cruel con nosotras como nosotras mismas.
Pero esta locura tiene que terminar, Mamá. Termina para ti, termina para mí y termina ahora. Nos merecemos algo mejor –mejor que arruinar nuestros días con malos pensamientos sobre nuestro cuerpo, deseando ser de otra manera.

Y ya no es sólo sobre ti y sobre mí. Es también sobre Violet. Tu nieta sólo tiene tres años y no quiero que el odio hacia su cuerpo eche raíces dentro de ella y estrangule su felicidad, su confianza y su potencial. No quiero que Violet crea que su belleza es su valor más importante; que definirá su mérito en el mundo. Cuando Violet nos mira, aprende cómo ser una mujer y necesitamos ser los mejores modelos que podamos. Necesitamos enseñarle con nuestras palabras y nuestras acciones que las mujeres son lo bastante buenas tal y como son. Y para que nos crea, nos lo tenemos que creer nosotras.
Cuanto más mayores nos hacemos, más personas queridas perdemos por accidentes o enfermedades. Su fallecimiento siempre es trágico y demasiado temprano. A veces pienso en lo que esos amigos –y la gente que les quiere- darían por tener más tiempo en un cuerpo sano. Un cuerpo que les permitiera vivir un poco más. El tamaño de los muslos de ese cuerpo o las arrugas en su cara no importarían. Estaría vivo y, por lo tanto, sería perfecto.

Tu cuerpo es perfecto también. Te permite desarmar a una habitación entera con tu sonrisa y contagiar a cualquiera con tus carcajadas. Te da brazos para arropar a Violet y estrujarla hasta que se ríe. Cada momento que pasamos preocupándonos por nuestros “defectos” físicos es un momento desperdiciado, un preciado pedazo de vida que nunca volverá.
Permitámonos honrar y respetar nuestros cuerpos por lo que hacen en lugar de despreciarlos por su apariencia. Centrémonos en llevar una vida activa y saludable, dejemos a nuestro peso caer hasta donde deba, y enterremos nuestro odio al cuerpo en el pasado, adonde pertenece. Cuando miraba aquella foto tuya con el bañador blanco un montón de años atrás, mis inocentes ojos jóvenes veían la verdad. Veían amor incondicional, belleza y sabiduría. Veía a mi Mamá.


Con amor, tu hija.

lunes, 15 de julio de 2013

¿Calorías vacías?

'Calorías vacías’ es una expresión que se utiliza en Nutrición para definir aquellos alimentos que contienen una gran cantidad de energía, pero aportan pocos o ningún nutriente. Para mantenernos vivos y realizar nuestras funciones corporales, utilizamos la energía que nos aportan los alimentos en forma de calorías.
Concretamente, estas calorías vienen dadas por los hidratos de carbono, las grasas y las proteínas. Además, los alimentos también aportan otros nutrientes esenciales para nuestro organismo, como son las vitaminas y minerales, la fibra, y otros compuestos muy interesantes entre los que se encuentran los fitonutrientes (antioxidantes, etcétera).

De esta forma, cuanta más variedad de nutrientes nos aporte un alimento, mucho mejor. Si esta variedad de nutrientes la dimensionamos respecto al contenido calórico, podríamos clasificar a los alimentos de la siguiente manera:
-Alimentos con baja densidad energética y alto contenido en nutrientes, como las frutas y las verduras.
-Alimentos que nos aportan mucha energía y nutrientes de calidad, como podrían ser los frutos secos.
-Alimentos que contienen una elevada densidad energética pero mala calidad nutricional. En este caso, hablamos de alimentos hipercalóricos, los cuales no aportan más que energía en forma de azúcar o grasa, normalmente saturada. A estas calorías se les llama ‘vacías’ porque no van acompañadas de más nutrientes importantes.

Evitar:
-Los refrescos. Una lata equivale a unos seis terrones de azúcar. Según estudios de la Universidad de Yale, la probabilidad de que un niño sea obeso aumenta un 60% por cada lata de refresco que consume al día. Esta ingesta también se asocia con enfermedades como la diabetes y, en el caso de las mujeres, beber una lata diaria de refresco aumenta en un 23% el riesgo de padecer enfermedades del corazón.
-Las bebidas "para deportistas", estimulantes o energéticas. Cada vez se comercializan más, con un contenido excesivo de azúcar y, sin embargo, con insuficientes minerales (imprescindibles en la práctica deportiva).
-Los zumos envasados. La Academia Estadounidense de Pediatría recomienda limitar el consumo de zumos y recuperar la fruta entera, más rica en fibra y con mayor capacidad de saciar.
-El azúcar de mesa. También la miel, el cacao soluble y la mermelada.
-Las galletas, los snacks y las golosinas, así como los dulces, la bollería, los helados y los cereales azucarados de desayuno. Algunos de estos alimentos, además, tienen un alto contenido en grasas saturadas y/o grasas trans y una elevada cantidad de sodio. En general, es prudente desconfiar de los mensajes publicitarios que nos dan estos alimentos ("ricos en fibra", "ricos en hierro", etc.) y fijarnos mejor en la etiqueta. Unas galletas, en apariencia, enriquecidas en fibra o en vitaminas pueden tener un contenido en azúcares y grasas tan alto que su aporte calórico sea parecido al de una tableta de chocolate. El simple hecho de que un alimento tenga un alto contenido en vitaminas no significa que sea saludable en absoluto si, en paralelo, contiene una excesiva cantidad de azúcar.
-El alcohol. Una lata de cerveza (con alcohol) o una copa de vino aportan unas 85-100 kcal que no son utilizables por el músculo. Además, la cerveza añade el azúcar de la malta que se produce durante el proceso de fermentación. Aunque la cerveza contiene vitaminas del grupo B y ácido fólico, y el vino tinto alberga fenoles antioxidantes, cabe destacar que el exceso de alcohol disminuye el aprovechamiento de nutrientes que nos aportan los alimentos (proteínas, hierro, vitaminas del grupo B, calcio...), al punto de causar carencias y desnutrición.


Creo que un pastelito o un refresco al mes no están nada mal. Recuerda que los excesos hacen daño.

¿Qué es la vigorexia?

La vigorexia es un trastorno mental en el que la persona se obsesiona por su estado físico hasta niveles patológicos. Estas personas tienen una visión distorsionada de ellos mismos y se ven débiles y enclenques. Por este motivo, el trastorno incide directamente sobre su conducta alimentaria y sus hábitos de vida, y se caracteriza por realizar una actividad física extrema, abandonando las relaciones sociales y descuidando otros aspectos de su vida, para dedicar todo su tiempo a entrenar.
La adicción al ejercicio se acompaña de una ingesta exagerada de proteínas y carbohidratos y el consumo abusivo de sustancias como esteroides anabólicos, con el fin de aumentar la masa muscular y conseguir un cuerpo musculoso. Este trastorno también se conoce como complejo de Adonis, anorexia invertida o dismorfia muscular.
No está reconocida como enfermedad por la comunidad médica internacional, afecta mayoritariamente a hombres jóvenes, con edades comprendidas entre los 18 y los 35 años. Su incidencia es de cuatro de cada diez mil personas.

Causas de la vigorexia
La vigorexia puede estar ocasionada por problemas fisiológicos o emocionales, casi siempre relacionados con el entorno del afectado.
Los problemas fisiológicos están asociados a trastornos en las hormonas y los mediadores de la trasmisión nerviosa del Sistema Nervioso Central.
En el caso de que este trastorno aparezca vinculado a la relación del paciente con su entorno, se encuentran implicados factores sociales, culturales y educativos, que influyen para que el individuo desarrolle un tipo de personalidad obsesiva.

Los principales síntomas que muestran las personas con vigorexia son:
-Baja autoestima.
-Tendencia a la automedicación.
-Siguen dietas altas en proteínas y carbohidratos y bajas en grasas, que suelen incluir productos anabólicos y esteroides.
-Padecen una distorsión de la imagen corporal, y suelen mirarse continuamente al espejo y verse débiles.
-Se pesan continuamente.
-Están obsesionados con el culto al cuerpo.
-Todos los días, dedican su tiempo libre a un entrenamiento exhaustivo.
-Se aíslan socialmente.
-Presentan un cuerpo desproporcionado.

La actitud y los hábitos de vida que adoptan los vigoréxicos tienen como consecuencia una serie de problemas orgánicos y lesiones originados por el exceso de ejercicio y una dieta desequilibrada con abuso de sustancias dopantes. Entre las posibles complicaciones que pueden desarrollar estos pacientes están: enfermedades cardiovasculares, lesiones hepáticas o renales, disfunción eréctil, atrofia testicular y cáncer de próstata.
Además, la carga de excesivo peso durante las sesiones en el gimnasio resiente los huesos, músculos y articulaciones, especialmente los de los miembros inferiores, y puede provocar esguinces y desgarros.
La modificación de la dieta puede provocar también trastornos alimentarios. El abuso de anabolizantes para intentar mejorar el rendimiento físico y aumentar el volumen muscular tiene como resultado trastornos como:

-Alteración del ciclo menstrual de la mujer.
-Aparición de acné.
-Problemas cardíacos.
-Atrofia testicular.
-Reducción del volumen de espermatozoides.
-Retención de líquidos.

Un problema frecuente de los afectados por vigorexia es que no se consideran enfermos, por lo que suelen acudir al médico cuando el trastorno está muy avanzado, o ha progresado a un trastorno obsesivo compulsivo, anorexia o bulimia. Es imprescindible, por lo tanto, que la persona reconozca que padece el trastorno y esté dispuesta a someterse a tratamiento para superarlo. El objetivo del tratamiento debe centrarse en modificar la conducta y la percepción distorsionada que tiene el paciente sobre su propio cuerpo.
Está indicado un tratamiento que combine las facetas psicológica (terapia cognitivo-conductual), farmacológica y nutricional. Al igual que en el caso de otros desórdenes emocionales y trastornos de la conducta alimentaria, como la anorexia y la bulimia, es fundamental el apoyo de los seres queridos del paciente para mejorar.
Así mismo, es importante reducir el número de horas que el paciente dedica a la práctica de ejercicio, y sustituir esta actividad por otras de su agrado, en las que además se relacione con otras personas, para que se vuelvan a sentir incluidos en la sociedad y adquieran nuevos hábitos y aficiones, con el fin de conseguir que se reduzca su obsesión por el culto al cuerpo.

Prevención de la vigorexia
Estas son algunas claves que pueden ayudarte a prevenir la vigorexia:
-No es malo ni patológico desear tener una imagen corporal atractiva, pero todas aquellas personas que empiecen a obsesionarse con este tema deben estar atentas, y solicitar ayuda si ese deseo se empieza a convertir en un problema que interfiere con sus relaciones interpersonales y su bienestar emocional.
-Practicar ejercicio es muy saludable, pero no se puede invertir todo el tiempo libre en ello. Si se observa una adicción excesiva al gimnasio, hay que reducir progresivamente las horas empleadas en el entrenamiento, sustituyéndolas por otro tipo de actividades.
-Es muy importante para no caer en este tipo de trastornos cuidar las relaciones personales y compartir el ocio con otras personas.

-Las personas del entorno del paciente también pueden observar signos que indican que puede padecer el trastorno: se aísla socialmente, dedica demasiadas horas a entrenar, modifica su dieta, se queja de estar delgado y enclenque..., e intervenir cuanto antes para ayudarle.


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